Del paisaje y sus reinos

2013 Museo de Arte Contemporáneo MAC - Santiago, Chile.

Construcción que representa un bunker a escala de 1:1 de 7.50 X 5 X 3.20 metros emplazada al interior del Museo. En su interior piezas escultóricas elaboradas en resina y fibra de vidrio con terminación policromada,   además objetos encontrados y reutilizados, adosado al muro y techo se perciben pinturas en acrílico que citan a la historia del arte, en una pared se aprecian unas grietas que dejan ver un exterior representado por dioramas, en el orificio mayor se proyecta un cielo. Música de fondo de cantos gregorianos.

Registro fotográfico: Jorge Brantmayer

El tiempo se detiene. El reloj se para milésimas antes de la gran explosión. Todo se congela. Lo único que lo sigue son los cantos gregorianos que salen de una radio y una luz que titila. El individuo, armado con una pistola bañada en oro, está acorralado en el salón de un búnker. Debe ser muy peligroso: para poder acabar con él han lanzado un misil.

¿Qué sabemos de este individuo a través de los objetos dispersos en la escena? Un espejo decorado con unas monjas masturbándose. Otro espejo con dos filas de cocaína. Una mesa con figuras cristianas armadas. Una figura de una virgen propulsada por cohetes. Un cajón con revistas pornográficas y vibradores. Una botella de vino con dos copas. Cabezas de animales disecadas, junto con otra de una persona. Sin duda el propietario de ese hogar tiene dinero, le gusta el alcohol, el sexo y las drogas. ¿Un narcotraficante? ¿Un playboy? ¿Un político corrupto? ¡No! ¡Es Jesucristo en calzoncillos Calvin Klein! Él tiene un altar de su propio ego, y se tatúa a sí mismo, porque está convencido de que es un superhéroe de Marvel.

Del paisaje y sus reinos nos presenta a Cristo como un mártir posmoderno, portando un Rolex, un tatuaje de la cruz y corona de espinas. Como un delincuente que repta por el suelo de su living tratando de eludir a las autoridades. Lejos de pedir perdón, no por los pecados del mundo, sino por los suyos propios, se atrinchera en su licencioso búnker.

Por unas grietas de las paredes podemos observar escenas bélicas en miniatura. Dioramas de guerra que nos presentan un exterior caótico, un planeta a punto de ser aniquilado ajeno a la ineludible destrucción de dios. Somos testigos privilegiados del final de aquel que, entre raya y raya, entre paja y paja, fuera nuestro salvador.  

Texto: Juan José Santos