El rapto

2016 Museo Nacional de Bellas Artes - Santiago, Chile.

Estructura superior: Dimensiones 10x6x2mts. Técnica mixta y la iluminación LED./ Estructura para suelo: Resina, fibra de vidrio y bronce, policromada con pintura al óleo./ Estructuras de pared: 20 gárgolas de aluminio.

Registro fotográfico
© Norton Maza y © Juan Carlos Gutierrez

En el antiguo Egipto se creía en el mito de Shu, un dios que sostenía la cúpula celeste. Si la civilización se rebelaba, este dios podía dejar caer la cúpula y dejar entrar a todos los dioses maléficos que buscaban la destrucción de este mundo en permanente temor. En El rapto, Maza logra actualizar este relato, recreando en esta locación una cúpula anclada a la pared y reflejando la fragilidad de esta situación al suspender una nave que en cualquier minuto puede sucumbir y caer sobre la gente que trata de abducir.

La instalación hace uso de determinados emblemas que, en alguna medida, ilustran el caos desde todas sus vertientes. El consumo, lo bélico y lo religioso están presentes en esta escena congelada en el tiempo cuyas capas interpretativas llegan hasta el techo.

En la escatología bíblica, el rapto es la fe que tienen los cristianos en que Jesucristo descenderá, para arrebatar a aquellos que fueron buenos creyentes y llevarlos junto con él al reino de los cielos. En este caso el cielo está en guerra y quien es raptada es buena creyente, pero en la ropa de marca, en las lentejuelas y en tatuajes de mariposas.

En esta obra todo es inestable: el cielo, la gravedad y el papel del público. La figura de quien critica a los poderes políticos, económicos y sociales, representada por la encapuchada, se ve puesta en tela de juicio. Unas cuerdas, atadas a unas gárgolas, anclan la bóveda a la sala del museo. El visitante puede, si quiere, desatarlas y liberar al objeto volador no identificado. La pregunta que ha de hacerse es si cree que la encapuchada merece ser secuestrada o absuelta. Si se identifica con el papel del justiciero o con esa figura alegórica que lucha contra el capitalismo omnipotente vestida de Gucci.

Texto: Juan José Santos