Escenografía construida de materiales de desechos y juguetes plásticos de segunda mano, simula un altar al interior de una Catedral de 6 metros por 4 metros de alto. Realizada in situ para la muestra al interior de la sala grande de la galería.
En la sala pequeña dos esculturas elaboradas en resina y fibra de vidrio con terminaciones policromadas adosadas al muro mediante un forjado de metal.
Registro fotográfico:
© Jorge Brantmayer
De un retablo desacralizado a un retablo sacrílego. El artista se sirve de la iconografía católica para perpetrar un altar profano, con la intención de desenmascarar a una institución religiosa que no sólo ha colaborado y colabora con poderes oscuros, sino que en su propia administración interna se rige por lógicas corruptas. La iglesia.
El olor a velas encendidas ambienta el espacio de arte convertido en presbiterio. Los feligreses, los espectadores, hincan la rodilla frente a los nuevos dioses, figuras de acción, personajes de ficción, el papa o George Bush, entretenidos lanzando bombas, misiles, lenguas de fuego. La fe en la irreductible guerra santa mostrada con elementos precarios y objetos abandonados. Toda la gloria y la majestuosidad de una empresa millonaria, la fundada por san Pablo, de trampa y de cartón.
Aquí se nos enseña el artificio sin pan de oro. La jerarquía eclesial al descubierto, sus sistemas de poder, los intereses que la guían, los engaños morales. Sobrevuelan un enjambre de cosas que se desprenden del altar (vehículos espaciales, naves de guerra y muñecos de bebés alados, barcos fantasmagóricos, entre otros).
En lugar de una biblia abierta, el libro que preside las Luces de caos es la guía de empresas. Señor, permítenos entrar en el listado de sociedades anónimas, una palabra tuya bastará ante el notario.
En una capilla adyacente encontraremos refugio frente a las figuras de Cristo y la Virgen María. Es el Cristo de la balística y la Virgen atómica, que cuida del hacha asesina manchada con la sangre del que duda. Espectadores, corderos de Dios, vayan en paz y anuncien el Evangelio, la Coca-Cola sin azúcar y la saga de Star Wars.
Texto: Juan José Santos