Este texto sólo tiene una forma de lectura: de izquierda a derecha. Sin embargo, la obra de Norton Maza puede ser entendida desde diversas ópticas, ya sea atendiendo a su cruce con lo histórico, los sociológico, lo biográfico, lo político o lo artístico.
No es un trabajo críptico, sino crítico.
Crítico con el poder. Eclesiástico, económico, estatal. El poder cuando es entendido como un ente opresor, prepotente. Generando no un llamado a la reacción, sino a la reflexión. No a través de la reproducción, sino de la representación. Situando al espectador en una localización incómoda, apoltronado en un sofá de prejuicios, de certezas, que entran en crisis. El visitante de una obra, una escenografía de Norton Maza forma parte del mismo, se introduce en el imaginario del artista. En dicha posición, el espectador pregunta a la obra y se pregunta a sí mismo.
Primero una mueca, luego una sonrisa, una risa, y ya una carcajada. Frente al lujo, al elitismo. En el museo, bajo un decorado de características coloniales, el jolglorio se escucha en la entreplanta, la transición entre lo oculto y lo venerado, y los murmuros pululan en el sótano, la conciencia sucia del templo.
El juego. Desde los primeros juguetes precarios construidos por Maza, artista que cohabita entre el primer y el tercer mundo, hasta los juegos conceptuales en los que somos nosotros los juguetes en manos del poder.
Lo sucio, lo limpio. Muchas de las obras muestran esa doble cara: un mundo idílico, brillante, construido con materiales de deshecho visibles. Hay trampa, hay cartón. El artista se hace valer de una abierta multiplicidad de recursos para hacer llegar sus mensajes. Ideas que nos sorprenden, nos ridiculizan, nos satirizan y nos reflejan.
Juan José Santos – Curador y critico de arte